Evangelio y Reflexión. Domingo XXII del tiempo ordinario

Si alguno quiere venir en pos de mí que se niegue a sí mismo.

 

Lectura del santo Evangelio según san Mateo 16, 21-27

En aquel tiempo, comenzó Jesús a manifestar a sus discípulos que tenía que ir a Jerusalén y padecer allí mucho por parte de los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, y que tenía que ser ejecutado y resucitar al tercer día. Pedro se lo llevó aparte y se puso a increparlo: «¡Lejos de ti tal cosa, Señor! Eso no puede pasarte».

Jesús se volvió y dijo a Pedro: «¡Ponte detrás de mí, Satanás! Eres para mí piedra de tropiezo, porque tú piensas como los hombres, no como Dios».

Entonces dijo a los discípulos: «Si alguno quiere venir en pos de mí, que se niegue a sí mismo, tome su cruz y me siga.

Porque quien quiera salvar su vida, la perderá; pero el que la pierda por mí, la encontrará. ¿Pues de qué le servirá a un hombre ganar el mundo entero, si pierde su alma? ¿O qué podrá dar para recobrarla?

Porque el Hijo del hombre vendrá, con la gloria de su Padre, entre sus ángeles, y entonces pagará a cada uno según su conducta.

Palabra del Señor.

Reflexión

Estimados amigos y hermanos todos.

Las noches agosteñas, que nos refrescan con su presencia, van pregonando desde su balcón que ya se acerca septiembre. Mes en el que generalmente sería la vuelta a la normalidad después de unas vacaciones bien merecidas, por supuesto, para aquellos que hayan podido disfrutarlas. Pero lo cierto es que no podemos hablar de normalidad debido a los nuevos rebrotes del covid-19, a la fiebre del Nilo, y a un sin fin de cosas que aún quedan por planificar y gestionar. O que, planificadas ya, todas están en el aire. ¡Qué le vamos a hacer! Tenemos que ir acostumbrándonos a una nueva forma de vivir.

Seguimos moviéndonos en el tiempo ordinario. Tiempo en el que se nos plantean temas sobre la vida cristiana fáciles de comprender, pero difíciles de vivir. Hoy toca el tema de la cruz: «Si alguno quiere venir en pos de mí, que se niegue a sí mismo, tome su cruz y me siga». Esta pequeña frase supone un catecismo completo para el discípulo.

El evangelio de este domingo podríamos dividirlo en tres partes para ayudarnos a comprenderlo mejor. Una primera parte, dirigida a Pedro por su reacción ante el anuncio mesiánico de Jesús sobre lo que le iba a ocurrir. Si anteriormente, después de la confesión de fe, Jesús le decía que él iba a ser la piedra sobre la cual edificaría su Iglesia, ahora lo califica de Satanás porque quiere interponerse entre el Plan que Dios tiene para Jesús y sus sentimientos de amistad. Cosa que intentaríamos cualquiera, si nos pusiéramos en su lugar, al tratarse de un amigo. Quizás podríamos preguntarnos ¿cuántas veces me he rebelado sobre lo que Dios quiere para mí?

En la segunda parte, Jesús manifiesta las condiciones que deben tener los que quieren seguirlo: Libertad, como punto de partida ante lo que se le va a exigir. Negarse a sí mismo, es decir, dejar de lado el propio proyecto personal para vivir el proyecto de Dios. Esto supone cuestionarse sobre si cumplo la voluntad de Dios en mi vida. Cargar con su cruz, que expresa no sólo el sufrir por Jesús, sino también, aceptar mi finitud y obedecer la voluntad del Padre. En definitiva, de una vida que tiene como centro la entrega total. ¿Estoy dispuesto a dar ese paso?

Para finalizar, una conclusión que corrobora esta visión del seguimiento de Jesús: Todo esto, ¿a cambio de qué? A cambio del ciento por uno y después la vida eterna. “Porque quien quiera salvar su vida, la perderá; pero el que la pierda por mí, la encontrará”. “Porque el Hijo del hombre vendrá, …y entonces pagará a cada uno según su conducta”.

Santa María del Rocío, Tú que aceptaste el plan de Dios sin condiciones, te pedimos que intercedas ante el Espíritu Santo para que nos ayudes a seguir a tu Hijo, el Pastorcito Divino, en nuestra realidad cotidiana.

 

Francisco Jesús Martín Sirgo

Director Espiritual de la Hermandad https://hermandadmatrizrocio.org/wp-content/uploads/2021/09/exhibition-gallery-item-5-1.jpg, Párroco de la de Ntra. Sra. de la Asunción, de Almonte y Rector del Santuario de Ntra. Sra. del Rocío.

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