El acontecimiento no era otro que el centenario de la Coronación Canónica de la Virgen del Rocío, y la cita es de la propuesta que lanzó la Hermandad del Rocío de Valverde del Camino en la Asamblea General de Presidentes y Hermanos Mayores de las Hermandades del Rocío de 2017, como convocatoria a toda la Familia Rociera (Hermandades Filiales, no Filiales y Asociaciones Rocieras), para hacer un regalo conjunto a la Reina de las Marismas. De ahí que también sea conocida como “Corona de las Hermandades”, o como se llamó desde un principio: “Corona de Amor”.

La corona de la Virgen, realizada toda ella en oro de 22 kilates donado por los devotos de la Virgen, fue diseñada y realizada en el mismo taller de orfebrería, el de los hermanos Delgado López -José, Ángel y Francisco Javier-, de Sevilla. Volumétricamente se ciñe al diseño de la corona de la Coronación Canónica, para no alterar la enraizada silueta de la Patrona de Almonte. Un canasto decorado con veneras, y en éstas, perlas naturales, se cierra con seis potentes imperiales con escenas de la vida de la Virgen en pequeños relieves, confluyendo en un orbe sobre el que está dibujada la geografía terrestre. Alrededor, un resplandor con doce estrellas entre rayos flameantes y lisos, y el rostro de los doce apóstoles. Remata una cruz conformada por tres ramilletes de azucenas, flor que simboliza la pureza, y en el centro, un rubí, simbolizando, por su color, el fuego de Pentecostés y el color litúrgico de esta solemnidad.

La corona para el Niño fue donada íntegramente por la Hermandad Matriz. Realizada por los mismos autores que la de la Virgen, está hecha también con oro de 22 kilates, y guarda las mismas líneas que la de su Madre. En la base de la corona leemos “Ego sum pastor animam suat dat pro ovibus”, es decir, “Yo soy el pastor que da la vida por sus ovejas”, y justo en el centro del canasto, el trigrama JHS, de Jesús Hombre Salvador, con pequeños rubíes engastados. En la parte trasera, un pelícano dando de comer a sus crías, símbolo de la Eucaristía. En el canasto aparecen cabezas de león, como en el paso procesional de la Virgen, y sobre éstos, parejas de flamencos respaldados. Del canasto parten seis imperiales con otros tantos pequeños relieves, donde quedan recogidos el día y la noche; el cielo y el mar; las plantas; la luna, el sol y las estrellas; las aves y los peces, y los animales y el ser humano. Los imperiales sostienen un orbe con ecuador y semimeridiano cuajados de brillantes, y remata una cruz con rubíes.