La Hermandad Matriz de Almonte es hoy la heredera de la historia devocional de Nuestra Señora del Rocío, a ella le compete la administración y organización de los cultos y Romería. Como Asociación Pública de la Iglesia, es probablemente la de mayor poder de convocatoria de todo el orbe católico. Organiza, preside y coordina además de la Romería de Pentecostés, las Peregrinaciones Extraordinarias de las Hermandades al Rocío, la celebración del Rocío Chico, la fiesta de la Luz (Candelaria), etc. Habría que sumar a estos acontecimientos más destacados, su quehacer diario y cuantioso en obras sociales y asistenciales, además de su programa formativo, con una especial atención a los jóvenes.
Para atender el culto se acordó por las autoridades de Almonte, a fines del siglo XVI, encomendar la atención al culto en la Ermita, a los Frailes Mínimos.
Almonte, epicentro de la devoción rociera...
Con los datos que poseemos, podemos afirmar la existencia de la Hermandad Matriz, desde finales del Siglo XVI, como lógica consecuencia de la importancia que iba cobrando el lugar y la devoción a Ntra. Sra. de las Rocinas, al encontrarse en tan privilegiado lugar, como era la encrucijada de caminos, que unía los puertos de Huelva, Cádiz y Sevilla, en que se encontraba la Ermita del Rocío. Infante Galán afirma en “Rocío, la devoción mariana de Andalucía” (1971), que ya en el siglo XV se rendían cultos a la Virgen y que, para atenderlos, surgió la Hermandad, que se estableció en la parroquia de Almonte. Precisamente para atender el culto se acordó por las autoridades de Almonte, a fines del siglo XVI, encomendar la atención al culto en la Ermita, a los Frailes Mínimos, establecidos en Almonte.
Poco después, en 1653, se proclama a la Virgen del Rocío, Patrona de Almonte, quedando constancia de la participación de la hermandad en este importante hito de la historia del Rocío: “Con toda humildad pedimos al Hermano Mayor y hermanos de la Cofradía de esta gran Señora, a los que no lo fuéramos, que nos asienten y escriban por tales en ella. ” En cuanto a las funciones que desempeñaría la Hermandad en sus primeros años de existencia, muy pocas podían ser, básicamente el cuidado de la Ermita y la celebración de los Oficios litúrgicos, en la Fiesta de la Virgen.
La carrera de Indias impulsó la necesidad de configurar una estructura que pudiera atender las necesidades que se estaban manifestando...
Aparición de una sólida estructura organizativa en el proceso de institucionalización de la devoción rociera.
El origen más directo de lo que hoy conocemos como Hermandad Matriz
La carrera de Indias, tiene como una de sus consecuencias, la fundación de la Capellanía de la Virgen del Rocío, en 1587, por el sevillano Baltasar Tercero, emigrante en Perú; lo que va a suponer la creación de una importante estructura organizativa encargada de regular la devoción a la Virgen del Rocío que parece viene a solapar las funciones de la Hermandad.
La fundación de Baltasar Tercero, creará una doble necesidad a sus patronos, los Cabildos eclesiástico y secular de la Villa de Almonte. Por un lado, habrá de atenderse al aspecto religioso, para lo cual el patronato de la fundación nombrará un Capellán, encargado de organizar debidamente, conforme a la voluntad del fundador, el culto regular a la Virgen del Rocío. Por otro lado, junto a esas funciones religiosas, surgirán otras de aspecto económico, derivadas de la debida atención que habrá de prestarse a los bienes con los que ha sido dotada la fundación, y de los que se generasen en el futuro (limosnas, donativos, rentas, etc).
Para la administración y custodia de tales bienes, se hará necesario el nombramiento de una nueva figura, el Administrador de bienes. Por tanto, la fundación de Baltasar Tercero provoca la aparición de una sólida estructura organizativa en el proceso de institucionalización de la devoción rociera. Dicha estructura recibiría, ya en el Siglo XVIII, la denominación jurídico-eclesiástica de ”Obra Pía de Nuestra Señora del Rocío” y que tenía como finalidad específica, la atención del culto en la Ermita, así como la custodia y administración de los bienes de la fundación.
El único cargo con que contaba la llamada ”Obra Pía de Nuestra Señora del Rocío ” era el del Administrador, y su nombramiento correspondía al Ayuntamiento, el Cabildo secular, como patrono, junto con el Cabildo eclesiástico, (aunque pronto se observa un papel predominante del primero frente al segundo). El administrador, tenía definidos sus derechos y competencias y debía dar cuenta de su cometido al órgano que lo nombraba. Entre sus competencias, se encontraban el cobro de los tributos o rentas de las fincas, la administración de sus bienes, seguir pleitos, etc.
En cuanto al destino que debía darse a sus bienes, se señalan principalmente, las obras de reparación y conservación de la Ermita, y la atención del culto a la Virgen. Es lógico suponer, que la Fundación de Baltasar Tercero, muy bien dotada económicamente, al nombrar como patronos a los Cabildos secular y eclesiástico de la Villa, eclipsara a aquella incipiente Hermandad, dejándola subordinada al propio Concejo, que nombraba al Hermano Mayor, al igual que hacía con el Capellán y el Administrador de bienes de la Fundación, y limitando sus funciones a la organización de algunos cultos y a procurar una correcta atención a la Ermita. En efecto, era el Concejo de la Villa, quien ostentaba, como patrono de la fundación, las funciones, tanto económicas, que ejercía a través del Administrador de bienes, como devocionales, para lo cual se nombraba un Capellán.
La destrucción de la Ermita, como consecuencia del terremoto de Lisboa (1755) y la tardanza en la reconstrucción, provoca la reacción de la Hermandad
Primera reorganización de la Hermandad Matriz
El primer atisbo de independencia de la Hermandad, respecto de los Patronos de la Capellanía fundada por Baltasar Tercero (Concejo de la Villa y Parroquia), se produce con ocasión de la destrucción de la Ermita, como consecuencia del terremoto de Lisboa de 1755. En efecto, la tardanza en la reconstrucción de la Ermita, que era competencia del Concejo, provoca la reacción de la Hermandad, que inicia su reorganización, buscando una cierta independencia del Concejo, para lo cual se elabora y aprueba, por el Arzobispado de Sevilla, la Regla más antigua que posee, del año 1758.
Con sus Reglas aprobadas, en la que se delimitan ya unos cargos, rentas y funciones, en diciembre de ese mismo año, 1758, el Hermano Mayor se dirige al Ayuntamiento en solicitud de ayuda, para acelerar la terminación de las obras. Con estas Reglas, la Hermandad, aun sin dejar de depender en muchos aspectos del Concejo, consigue el reconocimiento de algunas funciones, que van marcando un ámbito de actuación propio y configurando a la Hermandad, cuyas Reglas tienen ya el refrendo del poderoso Arzobispado de Sevilla, como algo más que un mero apéndice del Concejo.
En lo económico, sin embargo, salvo las cuotas de sus hermanos y el producto de alguna venta realizada durante la Romería, poco tenía que administrar la Hermandad, quedando reservada la administración de los bienes y rentas de la Obra Pía, al Concejo de la Villa.
La Hermandad va ganando entidad e independencia.
El principio del fin de la Capellanía
La situación expuesta se verá sustancialmente alterada por la desamortización de 1798, cuando Carlos IV, acosado por las deudas del Estado, decide la enajenación de los bienes pertenecientes a las Obras Pías, y por la posterior desamortización eclesiástica de Mendizábal, en 1836. Con dichas medidas, la fundación creada dos siglos atrás, se vio privada de la mayor parte de sus bienes y rentas.
Comienza así un período de letargo para la Fundación (Obra Pía), del que ya no se recuperará nunca, aunque aún mantendrá el Concejo, hasta fines del XIX, sus prerrogativas sobre algunos de los aspectos más importantes de la devoción rociera. Consecuencia de la desamortización de Carlos IV, dejando a la Capellanía sin gran parte de sus bienes, fue que el culto en la Ermita quedara algo desatendido, con lo cual, la Hermandad, adquiere, a partir de entonces, un mayor protagonismo, a medida que lo perdían los patronos de la Capellanía.
Con ocasión de los acontecimientos que dieron lugar, en 1813, al voto conocido como del Rocío Chico, aparecen las tres instituciones en un plano de igualdad, lo que indica que la Hermandad gozaba ya de cierta entidad e independencia. Reflejo también de la pérdida de bienes de la capellanía, es que la figura del Administrador de sus bienes, que a finales del XVIII, sólo rinde ya cuenta al Concejo de las Misas celebradas, se confunda por entonces, bien con el Capellán, bien con el propio Hermano Mayor de la Hermandad, al recaer ambos cargos en una misma persona.
A mediados del XIX, la única administración que queda es la que lleva a cabo la Hermandad, a través de su Hermano Mayor que, no obstante, aún sigue rindiendo cuentas al Concejo, que era quien lo nombraba.
Ante la amenaza de supresión bajo la regencia del general Espartero, la Hermandad se hace más fuerte.
Esta difícil situación, produjo una revitalización de la Hermandad que, al superar este momento difícil, creció en el aprecio de su pueblo que tomaba conciencia de la importancia de sus funciones
Reorganización de la Hermandad
En 1842, bajo la regencia del general Espartero, la hermandad ve amenazada su existencia por una orden del Gobierno Civil de Huelva, que anuncia su supresión. Ante tan grave noticia, el ayuntamiento sale en defensa de su Hermandad y suplica su continuidad, en sendos escritos dirigidos al Arzobispado de Sevilla y al Gobierno Civil de Huelva. El resultado fue positivo, permitiéndose la continuidad de la Hermandad que, además, recibió autorización para celebrar la Romería ese mismo año y el siguiente, tras nueva petición del Ayuntamiento, con una mediación providencial del almonteño, Antonio Martín Villa, secretario de la Universidad de Sevilla.
Esta difícil situación, produjo una revitalización de la Hermandad que, al superar este momento difícil, creció en el aprecio de su pueblo que tomaba conciencia de la importancia de sus funciones. Por ello, dirige una petición al Arzobispado de Sevilla, solicitando la plena rehabilitación de la Hermandad y actualización de sus Reglas, que no habían sido modificadas desde su aprobación en 1758, que se vuelven a publicar, actualizadas, en 1852.
Tras esta nueva reorganización, la Hermandad va adquiriendo cada vez un mayor protagonismo en todo lo referente a la devoción rociera, aunque aún el ayuntamiento se resistirá, hasta poco antes de finalizar el Siglo XIX, a ceder sus prerrogativas.
Cuando en 1863 presenta su renuncia el último Capellán nombrado por el Concejo en 1857, D. Antonio Mecoleta, y ante la falta de aspirantes, no se procede a nuevo nombramiento, se hará cargo desde entonces, del culto en la Ermita, el Párroco de Almonte. El Ayuntamiento renuncia así, en 1863, a su derecho como patrono, aunque aún se resistirá a perderlo del todo y, en 1882, cuando el Párroco pretende nombrar un nuevo Santero, defenderá enérgicamente su prerrogativa, una de las pocas que le quedaban, pues la Fundación, -la Obra Pía-, había desaparecido ya con todos sus bienes.
En este periodo de transición, es la propia Iglesia, la que sale al paso, asumiendo algunas funciones que quedaban vacantes.
Todavía a fines del XIX, en 1880, el Ayuntamiento mantiene una importante prerrogativa que, pocos años más tarde, asumirá la Hermandad Matriz como una de las más importantes; la admisión de nuevas Hermandades a participar en la Romería del Rocío (lo que poco después se llamó ” admisión de una Hermandad como Filial “). Es de notar como el Ayuntamiento da cuenta de su acuerdo de admisión, tanto a la Hermandad solicitante, la de Huelva, como a la de Almonte.
Habrían de pasar, sin embargo, algunos años, para que la Hermandad adaptara su anquilosada estructura, forjada varios siglos atrás, a la nueva situación que se presentaba. En esos años de transición, es la propia Iglesia, a través de la parroquia de Almonte, quien “sale al quite” asumiendo, por un tiempo, las funciones que habían quedado vacantes.
Actualmente, la Hermandad goza de personalidad jurídica, como Asociación Pública de la Iglesia, en virtud de su erección canónica, obtenida en tiempo inmemorial, reconocida y actualizada por el Señor Obispo de Huelva y por su inscripción en el Registro de Entidades Religiosas del Ministerio de Justicia.
Actualmente cuenta con más de doce mil hermanos, casi el 50% de los habitantes censados en Almonte
Tercera y definitiva reorganización de la Hermandad
La situación de transición derivada de la progresiva retirada de los Patronos de la antigua Obra Pía finaliza en 1917, cuando la Hermandad afronta su tercera y definitiva reorganización, eligiendo nueva Junta Directiva, la primera de una nueva etapa de esplendor, en la que la Hermandad asumirá completamente todas las funciones que en los siglos pasados habían correspondido, como patrono de la Capellanía, al Concejo-Ayuntamiento.
Se reorganiza la Hermandad y la nueva Junta abre el primer Libro de Actas, fuente documental de incalculable valor, para el conocimiento de la historia del Rocío, en el siglo XX, se abre un nuevo listado de hermanos, y se confeccionan unas nuevas normas, adaptadas a la recientemente renovada legislación canónica que, en ese mismo año, 1917, aparecía recogida en el primer Código de Derecho Canónico. Fruto de esa adaptación, es el nuevo Reglamento de 1918.
Con ello, la Hermandad se encontraba en la mejor situación para los fundamentales acontecimientos de la historia rociera que iban a venir, principalmente, con la Coronación Canónica de la Virgen del Rocío, el 14 de junio de 1919. Poco después, la Hermandad solicita y obtiene en 1920, los títulos de Real, otorgado por S.M. Alfonso XIII y de Pontificia, concedido por S.S. Benedicto XV. Dichos Títulos se suman y, en la práctica, sustituyen, a los antiguos que ostentaba la Hermandad de Venerable, Principal o Primordial. Estos últimos, se verán sustituidos, aún con semejante significado, por el Título de Matriz, que hace referencia a la preeminencia de la Hermandad de Almonte, como anfitriona, sobre las demás Hermandades del Rocío.
Este Título aparece sancionado por la autoridad eclesiástica en las Reglas de 1949 y, más recientemente, ha sido renovado y actualizado en su significado, por el Sr. Obispo de Huelva, en las nuevas Reglas de la Hermandad, del año 1999.